HOSPITALET: Despensa y
trastero. Hospitalenses: ¿Qué identidad?
Bellvitge
educa: L’HOSPITALET DE LLOBREGAT
ISSN 2462-6333
Mª Àngels
García-Carpintero Sánchez-Miguel
Desde la Edad
media pero especialmente a partir del siglo XIX y durante principios del XX,
gracias a la canalización del Llobregat, la Marina era una zona tan fértil que
se la denominaba “La despensa de Barcelona”. Algunos años las tierras daban
tres cosechas, nos dijo el Sr. Campamà. Los ricos de Barcelona tenían aquí sus
masías a las que venían a veranear hasta que encontraron acomodo por las faldas
del Tibidabo y luego más allá.
En Sant Josep la
industria destinada a la construcción o al textil también abastecía ampliamente
el comercio y la urbanización de nuestra próspera ciudad vecina, claro que un
poco también a la nuestra aunque de un modo mucho más dispar, ya que los ricos
eran los ricos de Barcelona y los pobres eran los trabajadores de l’Hospitalet,
y la urbanización de los sitios donde se albergan los pobres… ya se sabe, con
poco se conforman.
Cuando Barcelona
celebró la Exposición Internacional (1929) sacó los sitiales de Sants (sitios
donde se almacenaba y seleccionaba la basura) y ¿dónde los trajo? A Hospitalet,
así se formó Can Pi (actual Gran Vía II) Así, Hospitalet se fue convirtiendo en
el patio trasero de Barcelona.
Teníamos mar,
chiringuitos donde venían a comer de Barcelona, farola, sitios con aguas
termales, incluso. Hospitalet se vendió su mar al Consorcio de la Zona Franca
de Barcelona, por dos duros, ya se sabe, cuando se está al servicio de alguien
poderoso…
A partir de
mediados del s. XX los grandes propietarios de terrenos se fueron vendiendo los
campos para albergar las industrias metalúrgicas y sus trabajadores, a muchos
de los cuales nos dejaron cercados en suburbios sin comunicación con nuestra
propia ciudad, eso sí podíamos ir y venir de o a la gran metrópoli a la que
todos estamos sometidos.
Y ahora nos
encontramos con que Hospitalet tiene que acoger los grandes edificios que
Barcelona no puede o no quiere albergar. ¿Es eso lo que necesita nuestra
ciudad? ¿Nos cargaremos para ello el último rescoldo agrícola que necesitan los
terrenos del Delta? ¿Es por aquí por dónde va el futuro para nuestros hijos e
hijas, nietos y nietas? Deberíamos pensarlo bien.
Algunas de las
que entonces éramos niñas hemos ido, poco a poco, abriendo los ojos a la
realidad política, cultural y social en la que fuimos a caer. Hemos aprendido a
apreciar el pasado rural de nuestra ciudad, el tejido asociativo, la vida
comunicativa y activa, la integración de las diferentes formas culturales y
lenguas: las que traíamos, las que existían, las que van viniendo…
Y ahora nos
preguntamos ¿quiénes somos? Porque después de 50 años ya no somos lo mismo que
si no hubiéramos salido de nuestros pueblos. No renunciamos a nuestros
orígenes, pero ya no vivimos sólo de ellos, algo nos ha ido conformando ¿qué es?
No somos Barcelona ni venimos de aquellos pageses rurales de l’Hospitalet, el
folklore de las distintas regiones de España se ha ido fundiendo con las
tradiciones catalanas y absorbe ya algo de otras más lejanas, pero la amalgama
que nos rodea no es lo que somos, lo que somos anda más por las raíces, ¿Qué
raíces se me han enredado con las de esta ciudad formando una sola? Son las
raíces de ser todos y todas trabajadoras y trabajadores. Esa es nuestra
identidad.
Y es una
identidad poderosa, digna, en estos tiempos en que el capitalismo desenfrenado
condena a muchos honrados trabajadores a la miseria, recordemos la dignidad de
nuestra clase, no dejemos que nos desunan, nuestra fuerza siempre ha estado en
ir todos a una.
Foto: Feixa Llarga, Cal Trabal
L’Hospitalet,12-3-2014
A mis conciudadanos de l’Hospitalet