martes, 15 de diciembre de 2015

En un rincón de Bellvitge por Roser Massaguer Martín


Roser Massaguer Martín, L’Hospitalet, 08/09/1967–28/01/1999, veïna del barri,  va patir una greu malaltia des dels 12 anys. En un moment va perdre la capacitat de parla,  però gràcies a la estimació de la seva família i al seu propi coratge, va retrobar les paraules i no va deixar mai d’escriure. Ens ha deixat contes, poemes i escrits.
Entre ells, revisant les llibretes que em va donar, he trobat aquest escrit que descriu molt bé una part de Bellvitge mentre deixa volar la imaginació tot connectant, al mateix temps, amb els sentiments. No és això el que fan els artistes?
EN UN RINCON DE BELLVITGE
Cuando el día está limpio y claro, desde mi casa veo el mar, las vías del tren y los aviones que vienen y van.
A veces subo a la azotea, cuando los ascensores, que bien tienen derecho a descansar, me brindan la oportunidad.
Mi barrio es igual que otros barrios. Somos trabajadores del campo, de la SEAT, tenderos, amas de casa… Nuestros bloques son casi iguales, sólo nos diferencian los distintos colores.
Me encanta el nombre de mi avenida, se llama Europa, otra calle se llama América, otra Francia y otra, Portugal.
Subo a la cima del bloque y me parezco al cuadro de Venus naciendo de una almeja, y de pronto, a una hora determinada empiezan a pasar los pájaros de hierro llegando a su destino con retraso, con las ruedas bajadas, casi rozando las antenas de los muchísimos bloques y torres de mi barrio, dispuestos a aterrizar, y de repente veo otro, a lo lejos, subiendo entre las nubes.
Al lado de mi casa están las vías del tren. Los trenes llegan y pasan. Algunos son de pasajeros con su blanca piel y sus franjas rojas a los lados. Otros son de carga. Algún tren se para, para recoger y apiñar a la gente o para desprenderse de ella.
Tenemos un puente entre El Gornal y Bellvitge, por el que la gente puede llegar, si es que llegan, a su meta, cruzando el puente. Por ese puente, a las cuatro de la tarde, hay un sendero de gente que vuelven de trabajar.
Mi mirada va más allá. A lo lejos hay otro puente y otra historia, más allá veo muchísimas fábricas pequeñas y enanas, hace algunos años no estaban. Esas fábricas dan el pan a los obreros de estos dos barrios. Entre las múltiples fábricas hay unas carreteras enlazadas.
Antes me divertía mirar los barcos desde mi balcón, sin obstáculos, pero ahora, si no voy a la azotea, no los veo. Mis ojos sólo alcanzan a ver una vía delante del mar. Todas las mañanas pasa por ellas un tren de carga, a veces hay barcos recogiendo sus cargas para llevarlas a otras partes… y al final, el mar.
Cerca del mar hay una fábrica de gas.
Los barcos, a veces intercambian sus cajas unos con otros.
Por la tarde, cuando anochece, empiezan a llegar los sucios, decolorados y escasos barcos de pescadores, entrando en fila de uno en uno.
También hay un faro. Es muy blanco y estrecho. Domina una gran parte del mar y se enciende siguiendo el paso de las estaciones del año.
Me paso los días así, entre los bloques, las torres y las antenas de televisión. Con los ruidos de los aviones y los trenes me divierto cada día más.
Con el mar enfrente, aunque sólo cuando el día está claro y limpio lo distingo, entre los árboles y la noche.

                                                           Escrit en 1995 per Roser Masseguer Martín

                                                           Revisat i corregit en 2015 per Mª Àngels Gª-C.

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