sábado, 13 de febrero de 2016

Entrevista de A. Valcàrcel con Esperanza gil, l'última ermitana de Bellvitge

Conversación con Esperanza Gil Herrero, la última “ermitaña”.
A.   Valcàrcel “La ermita de Bellvitge, ayer y hoy.”
“Gracias a la colaboración de Carmen Ballarín, que me acompaña, pude hablar con Esperanza, miembro de la última familia que habitó la casa del ermitaño; pequeño edificio de unos 59 m2, anexo a la Ermita, que existió durante siglos hasta que fue derribado en 1969.
Esperanza y su hijo Jaime nos reciben amablemente para hablarnos de sus recuerdos en la conocida como “casa del ermitaño”.
Ella nos dice, en primer lugar, que nació en Barcelona en 1931, pero, al casarse en 1959 con Vicente Gimeno Nolla, vino a vivir a la casa del ermitaño, donde ya residía el marido con su familia desde hacía algunos años. En esta casa nacen cuatro de sus hijos y viven en ella cerca de 10 años.
Recuerda cuando se hizo el primer bloque de Bellvitge, donde ahora vive, y la gran fiesta que organizaron los promotores de la construcción del barrio, con asistencia de numerosas autoridades, al inaugurar los primeros edificios.
Su hijo, Jaime, nos habla de sus recuerdos de infancia al lado de la Ermita, y nos muestra una foto con dos de sus hermanos de los primeros años de la década de los sesenta, cuando aún no se había iniciado la construcción del barrio. Recuerda muy bien que en la Ermita se celebraban muchas bodas de gente importante, que venían en coches de caballos. También recuerda que había numerosas celebraciones en fechas señaladas, en las que ponían mesas y sillas en el exterior y la gente se quedaba a comer.
Esperanza nos habla con cariño y añoranza de la Ermita, pero también dice que era duro vivir en una casa sin luz ni agua, donde se metían unas ratas muy grandes. Mientras ella vivió en la casa, no se hicieron reformas. Su suegra, Josefa Nolla, “Pepeta”, siguió viviendo en la casa hasta su muerte, poco tiempo después de irse el matrimonio joven a uno de los pisos de los nuevos bloques de Bellvitge. Al principio a uno de alquiler, y luego al de propiedad que tiene actualmente en el primer edificio que se construyó.

Nos cuenta que la Ermita estaba muy aislada; todo eran campos hasta la Avda. del Carrilet. Ella iba a trabajar a una fábrica de hilaturas que estaba en la Remonta. Iba caminando, por lo que había de levantarse a las 5 de la mañana. Su marido, Vicente, trabajaba con el “pagès”, repartiendo alfalfa con un caballo muy bonito que se llamaba Galán.

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