Este año se cumplen cincuenta años de la llegada de
los primeros habitantes de Bellvitge. Antes que ellos, siglos atrás, diversos
payeses con sus familias ya cultivaban y vivían en estas tierras. Pero fue a
partir de 1965, con la construcción masiva de los actuales edificios, cuando
llegamos a Bellvitge familias jóvenes, personas de diferentes territorios y
culturas, buscando construir un futuro mejor para los nuestros.
Venimos del norte y del sur, del este y del oeste.
Venimos de diferentes regiones y países del mundo. Venimos niños, jóvenes y
mayores. Venimos blancos, negros, amarillos y de cualquier otro color de piel.
Pero entre todos hemos construido y construimos este espacio de libertad y de
solidaridad que se llama Bellvitge.
Algunos llegaron a Bellvitge después de haber tenido
que dejar su lugar de nacimiento en busca de un futuro mejor para sus hijos.
Otros lo hicieron atraídos por el precio de los pisos, por estar cerca de su
empresa: la SEAT, el Butano, la Seda, la Olivetti, la Indo… por qué les gustó
que fuesen pisos tan luminosos o porqué podían ver desde su ventana la montaña
y el mar.
También llegaron vecinos y vecinas para estar cerca de
sus familiares, o por amor, todos sabemos que los de Bellvitge “tenemos algo
especial”. Lo cierto es que sea el motivo que sea muchos, la gran mayoría de
los que han venido a Bellvitge, o siguen viviendo aquí o lo llevan siempre en
su corazón.
“Soy de Bellvitge” es el lema que hemos escogido para
este cincuenta aniversario. Hoy todos y todas lo decimos con mucho orgullo
pero, durante un tiempo, algunos de los que no vivían no pensaban lo mismo.
Recordamos cuando ciertos taxistas no nos querían traer al barrio, o cuando lo
tenían en cuenta a la hora de darnos o no un puesto de trabajo.
Los que llevamos más años tenemos grandes recuerdos,
algunos buenos y otros no tan buenos. Las inundaciones, la relación con los
vecinos “MarÍa déjame sal que se me ha acabado”, “Pedro hijo, sube! que ya que
está la cena preparada”, “Mari, ¿bajas a jugar?”, “Mamá dame dinero para ir al
cine Lumiere, que hoy pasan la guerra de las galaxias y luego una de kárate”...
Algunos vecinos explican:
- “La meva il·lusió era ser mestra d’un poble i un
dia vaig venir a Bellvitge i vaig descobrir que aquest era el meu poble”
- “Yo estoy muy a gusto en
Bellvitge, de aquí no hay quien me mueva”
- “He vivido en diferentes
barrios y en ninguno como en Bellvitge se han preocupado tanto de mi”
- “Jo venia de Barcelona, i en
Bellvitge vaig descobrir que a les ciutats també es podia veure el
cel i els núvols”
- “Me gusta ir a jugar a
futbol al parque con mis amigos”
- “Yo es que vengo de
Barcelona, llego aquí y respiro”
- “Me gusta vivir en Bellvitge
porque me dejan ir a picar a mis amigos y jugar en la calle”
- “És arribar a Bellvitge i
sento que ja sóc a casa”
Los que nacimos aquí recordamos las horas y horas de jugar en la calle, con libertad: era nuestro pueblo. Partidas de canicas, a la lima, al churro media manga mangotero, a las gomas, a los cromos de picar, a la comba, al Yoka Mingui, al Deli, al pichi…
Las montañas de arena y los escombros los convertimos
en montañas y castillos para hacer nuestros juegos y peleas. Y por la tarde, al
llegar del cole, la merienda y a las manifestaciones cogidos de la mano de
nuestras madres. “Queremos semáforos” “Ni un bloque más” “Escuelas públicas y
de calidad” “Queremos el mercado” “Vecino únete el problema es de todos” “Bellvitge,
unido, jamás será vencido”... No es de extrañar que todavía hoy tengamos este
espíritu luchador, nos lo habéis enseñado y estamos orgullosos de ello.
Vecinos y vecinas, hoy, cincuenta años después tenemos
un buen barrio, para nosotros el mejor barrio del mundo. Todo lo que tenemos
nos lo hemos ganado a pulso con nuestra lucha y movilización: las guarderías,
las escuelas, el mercado, el apeadero de la RENFE, nuestro paseo y nuestro
parque, en los terrenos donde querían construir más edificios, nuestras
fiestas, nuestros ambulatorios. Si una cosa nos define es que reivindicamos lo
que creemos justo pero sin esperar que nos lo hagan otros. La reivindicación y
la acción han estado y están siempre presentes en el espíritu de Bellvitge.
Aquesta nit volem tenir un record molt especial per
tots els veïns i les veïnes que ens han deixat i que sabem que, sigui on
siguin, avui també ho estaran celebrant,
Avui diem “Sóc de Bellvitge”, però ser de Bellvitge és
molt més que viure aquí. És acollida, solidaritat, amistat, lluita, acció,
il·lusió,,, Ser de Bellvitge és trobar-te amb un veí di dir-li “bon dia”, és
preguntar-li a l’Antoni “Com es troba la teva dona?”. Ser de Bellvitge és
baixar-li llet i galetes a la Rosa perquè saps que fa mesos que està a l’atur.
Ser de Bellvitge és interessar-se pels nous veïns, per facilitar-los l’arribada
i oferir-los tot el que som i tenim.
Ser de Bellvitge es también indignarse y sentir rabia,
mucha rabia cuando vemos a toda esos miles de personas que cruzan el
Mediterráneo huyendo de su país y que no encuentran acogida en esta Europa
enferma.
Pero no queremos quedarnos solamente en el recuerdo,
hemos luchado mucho y nos quedan muchas cosas por hacer... y lo vamos a hacer:
- Tenemos que encontrar
soluciones para que nuestros mayores puedan acceder a sus viviendas sin
tener que subir tantos escalones.
- Hay que construir más
guarderías para nuestros pequeños y centros de días para nuestros mayores.
- Tenemos que conseguir
vivienda social para los que no pueden pagarse la suya o para los jóvenes
que quieren independizarse sin que tengan que marcharse forzosamente del
barrio.
- Queremos recuperar el
comercio de nuestro barrio, queremos poder bajar y subir al tren en
ascensor.
- Queremos hacer desaparecer
las vías que nos separan del Gornal y cubrir la Gran Vía, pero toda la
Gran Vía, no solo el tramo final.
- Queremos sanidad y educación
de calidad.
- Queremos un camino digno de
acceso al río Llobregat.
- Y queremos que todo, todo
Can Trabal siga siendo zona agrícola.
Vecinos y vecinas, hemos luchado mucho y lo seguiremos
haciendo.
¡El futuro es nuestro!
Viva Bellvitge!
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