domingo, 9 de agosto de 2015

LOS INICIOS DEL BARRIO. 1. PIONEROS

LOS INICIOS DEL BARRIO. 1. PIONEROS. Memoria compartida en facebook.

Cuando vinimos a ver el piso de muestra, nuestro bloque, en Mare de Déu de Bellvitge, ya estaba acabado y el de la calle Ermita estaba a medias, realmente a medias porque estaba abierto por la mitad, el bloque entero, el medio y campos.

Mi padre le dijo a mi madre que se lo pensara, que no estaba obligada a quedarse aquí, pero mi madre sólo tuvo en cuenta que aquí pagaríamos menos y nos daría para vivir. 
Aquí nos vinimos, como auténticos pioneros. Recuerdo subir las escaleras hasta el 11, yo con algún bulto, los demás con maletas y recuerdo mirar por la ventana y la impresión de verme tan lejos del suelo. Mi padre nos animaba: ¡Mirad qué alto que estamos!
Al lado de los bloques que iban alzando, estaba la plataforma de CIDESA donde hacían las placas de hormigón con las que iban montando los pisos. Cuando nos quedábamos sin agua, que al principio era a menudo, íbamos a buscarla de un grifo que tenían. Había mucha solidaridad entre las vecinas, a veces éramos las puertas segundas las que nos quedábamos sin agua y entonces los de las primeras nos dejaban pasar a su piso a buscarla, y viceversa.

El piso de muestra que vimos tenía un panel a la entrada que hacía las veces de separador entre el minúsculo recibidor que tenemos y el “salón-comedor”. Aquel piso estaba decorado con las modernidades de la época.
Durante mucho tiempo busqué aquel primer piso, cuando iba a casas vecinas. (Entonces no sabía que era el “piso de muestra”)
En el nuestro sólo había cemento. Recuerdo a mi madre de rodillas rascando los pegotes de cemento que aún quedaban enganchados, mi hermano y yo disponíamos de un agujero en el suelo que era el “gua” de las canicas.
Los siguientes bloques ya tuvieron “sintasol.

En los primeros locales comerciales pusieron: una bodega, un estanco, una panadería y una tienda de muebles... Algunos de estos comercios aún perduran. Mi madre compraba a los payeses, que vendían habas, lechugas, coles…y alguna vez habíamos ido a comprar al mercado de “Can Vidalet” Posteriormente también abrieron una farmacia y en los altillos había un consultorio pero estaba en muy malas condiciones.

Poco después, en los locales de la calle ermita, abrieron una mercería, una “granja la catalana” donde podíamos comprar leche y un poco de todo, una pollería y una frutería. En los altillos trabajaban un sastre, un tapicero y un fotógrafo, entre otros. En los locales del segundo bloque de la Avenida Nuestra señora de Bellvitge, en 1967, abrieron un “Spar” que durante muchos años fue nuestro único supermercado.
En 1967, cuando éramos más vecinos, también venía un día o dos a la semana un “coche-tienda”.  En 1972, en la avenida América, aún funcionaban los “camiones-tienda” dados los pocos establecimientos que aún había. También venía gente vendiendo por las casas: huevos, vino, aceite…

La Inmobiliaria, para promocionar la venta de viviendas, hizo unas zonas ajardinadas que unos vigilantes se encargaban de vigilar. Uno tenía muy mal genio, y no dejaba acercarnos a los niños, el otro era más amable. Algunas mujeres se cuidaban las porterías.
También hicieron zonas con columpios, toboganes, alguna bola para subir y tirarse por la barra que había en medio, la “media luna” para subir por un lado y bajar por el otro, o colgarse cabeza abajo…. allí sí podíamos ir a jugar, pero eran un poco peligrosos, porque eran de hierro y más de uno se hizo daño, creo que algún niño también se mató.
En 1968 inauguraron una pista de patinaje anexa al Casal. Aún perdura en la calle Ermita. Su función era promocionar la venta de pisos, porque, en realidad, pocos niños disponíamos de patines, aunque alguno la utilizó.
Un gran cartel anunciaba en la Gran Vía “En Bellvitge hay vida”  y un reportaje del NODO promocionaba las excelencias del barrio. Nosotros empezábamos a adaptarnos. Y es verdad que había vida, porque allí vivíamos nosotros.

Algunos domingos comprábamos pipas o maís tostado en la churrería y salíamos a pasear por el barrio. A veces pasábamos por la “casita” que tiene la Inmobiliaria cerca de la ermita, allí estaba expuesta una maqueta que siempre nos parábamos a mirar. Mi padre nos decía, con ilusión y esperanza: – “Éste será el barrio del futuro!”. Yo no estaba muy convencida, pero no sabía por qué.
Como el nivel del terreno es tan bajo respecto el nivel del mar, intentaron subirlo unos metros trayendo runa de Barcelona, pero igualmente costó unos años solucionar el problema de las aguas residuales. Delante de nuestro bloque había un canal abierto con el que regaban los campos. Al lado, donde estaba CIDESA, corría una cloaca. Algunos coches que venían por la Travesía Industrial, al girar para coger la avenida “Nuestra Señora de Bellvitge”, se habían caído en ella. Yo vi alguno.
A mi hermano se le cayó una vez la pelota en el canal de delante de casa. Como no quería ensuciarse las manos, se sentó, se quitó los zapatos, metió los pies y con ellos la sacó. Mi madre desde arriba lo miraba.

El barrio se fue formando por las 4 esquinas, primero la Avenida Nuestra Señora de Bellvitge donde estaba la constructora y la calle Ermita, por donde se entraba al barrio desde la Gran Vía, después los bloques de la calle Prado y posteriormente, la avenida Europa y la avenida América, dejando la Rambla Marina para el final. De hecho, hace poco que se ha acondicionado esta zona. Por eso se hablaba de los “dos Bellvitges”: “Bellvitge norte” y “Bellvitge sur”, porque pasar de uno al otro era una aventura que podía ser muy desagradable, ya que te podías quedar clavado en el barro, como nos pasó a casi todos los que vivimos esa época.

Al principio, la Inmobiliaria puso nombres a los edificios: Catalunya, el primero, Valencia, Aragón y Castilla, después, Uxama, Mistral, Jaume I, en la calle Prado y, en la avenida Europa: Zeus, Neptuno, Mercurio y Marte, además del conocido bloque del “butano”, en la calle ermita, así llamado porque en él vivían trabajadores de esta empresa. Este es el único nombre que se popularizó y se conservó.

Los únicos autobuses que había eran los que iban de la Plaza España al Prat y nos dejaban en la gasolinera de la Gran Vía. Si ibas en dirección Barcelona tenías que pasar al otro lado, había un paso subterráneo pero estaba en muy malas condiciones y muchos cruzábamos por arriba, con lo que hubo algunos atropellos. Los vecinos salieron a cortar la Gran vía para protestar y con picos y a palas para agrandar el paso.
También había muchos alcances entre los coches al girar para entrar en el barrio. Por fin hicieron obras y se arregló la situación. Un diario publicó la noticia “Ha desaparecido el paso de la muerte en Bellvitge.”


En septiembre de 1971, con la lluvias torrenciales de principios de otoño, pasó lo que los payeses habían anunciado, el río se desbordó y los bajos se inundaron, 96 familias lo perdieron todo, suerte que no hubo víctimas mortales, porque fue a primeras horas de la noche y se pudieron avisar unos a otros.

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